
Aronofsky realiza una cinta muy cerrada, opresiva, que se desarrolla en tres o cuatro escenarios y apenas presenta personajes. La trama, al mismo tiempo, es igual de limitada, pues cuenta con un único hilo argumental y es muy sencilla, casi básica. Pero, partiendo de estos escasos elementos, argumentales o físicos, el director lleva la historia mucho más allá, elevándola en niveles de profundidad, es decir, verticalmente en lugar de horizontalmente.
Utilizando todos los recursos del terror tradicional, como los sustos de sonido, las apariciones o visiones repentinas, las confusiones… Aronofsky crea numerosas situaciones de miedo que, unidas a la interpretación y marco dramáticos del resto del film, pueden parecer fuera de tono. La película está en el límite y, con un golpecito hacia un lado, podría desequilibrarse y resultar grotesca o ridícula. Sin embargo, la elegancia de la fotografía, ambientación y vestuario de ‘Cisne negro’ consigue que todo sea tomado con la seriedad que requiere para que no se salga de esa angustia y esa desesperación que llevan, en ocasiones, al estremecimiento.
Lo curioso es que, si se buscasen referentes para este film, podrían hallarse en géneros muy dispares de la historia del cine. Podríamos mencionar ‘Eva al desnudo’ y su versión contemporánea ‘Showgirls’, tanto como se podría suscitar ‘Carrie’, especialmente por la relación de la protagonista con su madre, una excelente Barbara Hershey, que produce más terror que los espejismos de Nina. Pero las verdaderas referencias se encontrarían en un cine de terror psicológico más europeo, como la ‘Repulsión’ de Polanski y otras cintas de semejante acercamiento a la locura.
Obsesión por la perfección
La exagerada disciplina que exigen algunas carreras artísticas se ha explorado ya en films anteriores, como ‘La pianista’, de Michael Haneke. Si esta educación restrictiva que la ha convertido a la protagonista casi en una frígida inhumana, sin capacidad para vivir, fuese el único sustento argumental de ‘Cisne negro’, nos encontraríamos con una cinta más sobre un tema ya muy visto. No obstante, en este caso es solo un complemento a todo lo demás y, para ser únicamente un aspecto secundario, está estudiado con equivalente acierto.Se lleva más allá esta exploración al hablar de interpretaciones que aquí se aplican a la danza, pero que valdrían igualmente para el cine, el teatro y la televisión. ‘Cisne negro’ nos habla de lo que debe sacrificar un intérprete para encarnar un papel. Dejar salir el lado negativo porque el guion lo exige puede ser una forma de abrir una caja de Pandora que era mejor que permaneciese bajo siete llaves.
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